VERDADES DE LA HISTORIA - POEMA
Entre un silencio inmenso,
me acuerdo de las imprudencias de muchos
que perdieron la razón y el corazón,
para alejar a mis seres queridos de mi lado para siempre.
Si un día, la represión no nos dejó dormir, ni comer
si un día nos prohibió leer y cantar
nuestras canciones de libertad
si marchitó nuestra expresión,
y fue capaz de arrebatar la vida a muchos;
con valor suspiremos el aliento del triunfo.
Ahora, sólo necesito bailar, sonreir
Y entonar libremente mi canción
que guarda paz en mi corazón
gritando ¡victoria! en memoria de los que ya no están.
Es hora de acabar con la codicia,
es momento de levantar los rostros inhumanos,
de desatar los pies del mundo
y de oír aquella boca que jamás se ha escuchado.
Aquella boca que jamás
se ha cansado de hablar y defender.
La que sólo pronuncia la verdad,
la que ha roto el silencio impuesto.
La que con sus palabras trasciende el corazón
más que una espada o un cañón.
Soy heredero de una historia
antigua como el sol, eterno como el firmamento;
por sus cobardes cicatrices
que se han vuelto intachables en mi rostro.
Grito con todas mis fuerzas
por la sangre de los pueblos destruidos
y por la "vencida" de los oprimidos;
que sean para nosotros:
semilla de paz, llama de libertad,
tesoro de dignidad y senda de esperanza.
Autor: Alberto Efraín Ramón Diego
me acuerdo de las imprudencias de muchos
que perdieron la razón y el corazón,
para alejar a mis seres queridos de mi lado para siempre.
Si un día, la represión no nos dejó dormir, ni comer
si un día nos prohibió leer y cantar
nuestras canciones de libertad
si marchitó nuestra expresión,
y fue capaz de arrebatar la vida a muchos;
con valor suspiremos el aliento del triunfo.
Ahora, sólo necesito bailar, sonreir
Y entonar libremente mi canción
que guarda paz en mi corazón
gritando ¡victoria! en memoria de los que ya no están.
Es hora de acabar con la codicia,
es momento de levantar los rostros inhumanos,
de desatar los pies del mundo
y de oír aquella boca que jamás se ha escuchado.
Aquella boca que jamás
se ha cansado de hablar y defender.
La que sólo pronuncia la verdad,
la que ha roto el silencio impuesto.
La que con sus palabras trasciende el corazón
más que una espada o un cañón.
Soy heredero de una historia
antigua como el sol, eterno como el firmamento;
por sus cobardes cicatrices
que se han vuelto intachables en mi rostro.
Grito con todas mis fuerzas
por la sangre de los pueblos destruidos
y por la "vencida" de los oprimidos;
que sean para nosotros:
semilla de paz, llama de libertad,
tesoro de dignidad y senda de esperanza.
Autor: Alberto Efraín Ramón Diego
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