Poemas al Quetzal

Hermosos poemas dedicados al ave nacional de Guatemala, el quetzal.

Poema al Quetzal

Ave nacional de Guatemala

Quetzal, bella y encantadora ave
símbolo Nacional de nuestra libertad
luz de mi patria, de plumaje suave
llevas en tu pecho el lema de verdad.

Pájaro Quetzal emblema de mi país
signo de leal y rotunda amistad
pues en el pecho del hombre morís
expresando tu profunda hermandad.

Pájaro Quetzal de bosques nublados
bosques lluviosos y altas montañas
que te posas sobre los acantilados
para esconder tus grandes hazañas.

Pájaro Quetzal, nuestra alma mater
te quiere conservar para la posteridad
aunque de todos debe ser un deber
pues eres estandarte de lucha y bondad.

Pájaro Quetzal, tu belleza te hace único
digno de pleno respeto y admiración
yo bardo te escribo y te rindo tribúnico.
para resaltar tu grandeza en la nación.

Autor: desconocido.

 

quetzal guatemalteco


Poema al Quetzal

Quetzal, emblema de la libertad
canto y verso de solidaridad
yo te bendigo en mi numen
porque para Guatemala eres hermoso.

Tu bello plumaje verde y rojo
es un pentagrama que Deshojo
en mis inspiraciones sencillas.
Quetzal, insignia de las albas semillas.

Autor: desconocido.


El quetzal es una lanza

Quetzal, mito, leyenda, humo verde,
pájaro de fuego y esmeraldas.
Copa de ajenjo y de rubíes
lanza desnuda y hoja de maíz
que corona la frente patria.

Quetzal, quetzal de leves alas,
pecho de brasa y cauda de cometa,
¡Oh, puñado de piedras preciosas por el aire,
viva la flecha de jade que cruza el horizonte!

Ayer volabas libérrimo en un bosque
sembrado de luciérnagas de júbilo y de plata,
volabas libre por un cielo claro
de quiebracajetes, geranios y maizales.

Pero el oprobio mancilló tu cauda
y puso en venta tu plumaje de oro,
¡oh, luciente suspiro de las selvas!
¡oh, aliento tangible de los bosques!

Autor: Otto Raúl Gonzáles
Autor: Francisco Morales Santos 

 

quetzal volando

El quetzal

Alado pensamiento de colores
que arcoirisa el azul con tardo vuelo,
condensación crepuscular del cielo,
alma de pedrerías y de flores.

Augur de los altivos gladiadores
que defendieron palmo a palmo el suelo,
cuando envolvió a la América el anhelo
devastador de los conquistadores.

Estuche de esmeraldas y rubíes,
redondos ojos como puntos de íes
que se encienden en bélica amenaza.
La libertad bajo sus alas vuela,
y en su augusto silencio se revela
la infinita tristeza de la raza.

Autor: Félix Calderón Ávila

El Quetzal

El porte altivo, reluciente el ojo
que en mitad del copete es un diamante
entre esmeraldas, negro el reno errante con una vuela en los bosques a su antojo.

Es sangriento rubí su pecho rojo,
su larga cola tornasol radiante;
con la razón de sus plumas es amante
y rozarse en las ramas le da antojo.

Es hosco y libre: con su pico duro,
labra en los troncos escondite oscuro
que es como estuche de su hermosa cauda,
y muere de tristeza, prisionero,
si su querida libertad defrauda
cobarde lazo o plomo traicionero.

Poema escrito por: Efrén Rebolledo.


El Quetzal

Ave que representas
un símbolo de dignidad,
de nuestra patria eres
el escudo nacional.

Ave que vuelas alto,
eres la libertad,
esmeralda maravillosa
de nuestra tierra primaveral.

Tu traje deslumbrador
tu grandeza sin igual,
es una flor de los bosques
proclamando libertad.

Escrito por: Argentina Díaz


Quetzal

El tiempo es el Quetzal
que vuela sin descanso, sin prisa,
llevando recuerdos,
trayendo ilusiones.

Deslizando en su cola
los días y los años,
con su aleteo,
las estaciones cambian y giran,
cada primavera es un renacimiento,
cada invierno una pausa en el camino.

Con un aleteo borra silencioso
las experiencias vividas.
Con sus largas plumas dibuja
las líneas en mi rostro,
pinta mi pelo con su escaso color blanco.

El Quetzal, un maestro que enseña
con su elegante y majestuoso vuelo
lo efímera que es la vida.

Poema escrito por Claudia Álvarez dedicado a su papá, don Julio Álvarez.

Un homenaje por su trabajo de conservación en Guatemala.

quetzales volando


Quetzal

Hoy tengo el espíritu
del pájaro Quetzal,
para volar hacia tu lado
mirarte desde lejos,
ya que no puedo ni tocarte,
ni sentirte,
sólo amarte.

Cientos de años han pasado
desde que me dijiste
que era algo más valioso
que el metal o la piedra preciosa,
que mis colores de «librea verde y dorada»,
que para reyes he adornado.
Deslumbrante es mi colorido,
plumaje del ave real.

¡Oh! mi gran guerrero Caballero Águila,
tú no tienes que perder la vida
como dice la ley de nuestra pueblo,
por obtenerme.

Mi nombre Quetzal,
ligado al de la serpiente emplumada
en mis grandes pueblos
simboliza el arriba y el abajo,
el aire y la tierra,
el cielo y el inframundo.

La insoportable fragilidad de mi vida
en el paso por este mundo,
en tus brazos quiero vivir
y si no es así,
preferiría morir
que vivir sin ti.

Dime gran guerrero
¿Por qué no escucho tu cantar?
siendo yo un pájaro,
volaba y te miraba
y gozaba tus cantares.
Ahora eres mudo en tu hablar.

Que los Dioses te perdonen
tu angustia pasar.
La Quetzal que murió en el vuelo
por quererte alcanzar.

Autora: Elizabeth Pastrana



El elogio del quetzal

A Max Soto Hall

Es un pájaro mudo, pero hermoso: una alhaja
que ha salido volando de un arcón reluciente.
En el hueco de un tronco, fino estuche trabaja,
donde finge un penacho de monárquica frente.

Nunca en vil cautiverio sus prestigios rebaja;
y antes goza el orgullo de morir libremente:
si se quiebra las plumas, en su estuche se encaja
y principia a morirse de la pena que siente...

Tal orgullo es su orgullo que es un símbolo alado
por su gesto de raza, por su instinto de gloria:
él jamás vivió en rejas, ni jamás se ha manchado.

Con nobleza de artista y altivez de guerrero,
¡merecía la suerte de haber sido en la Historia
el penacho famoso de Francisco I!

Autor: José Santos Chocano


El quetzal

Amo tu piel de rumorosos bosques.
Amo tu altivez de esmeralda
en el hombro del guerrero.
Amo tu vuelo de leyenda,
tu plumaje de savia.

Todo amo de ti, ave sagrada
de los grandes labradores de la piedra.
Como brasa nupcial,
como lumbre de jadeíta desatada
en las venas del aire.

Como flecha en el dormido
corazón de la tierra,
se apaga tu verde, fecundador
de los ríos y la fuerza de los dioses.

Ave grabada en el duro rostro de los templos,
en su noche de claros enjambres
de dinteles y flautas.

Ave hermana del maíz y la víbora,
tu mineral ausencia golpea mi silencio.
Poco a poco se va quedando sola la madera…
Poco a poco se va quedando solo mi corazón.

Autor: José María Cuéllar

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